miércoles, 23 de julio de 2008

BUENOS AIRES


ARRABAL

El arrabal es el reflejo de nuestro tedio.
Mis pasos claudicaron
cuando iban a pisar el horizonte,
y quedé entre las casas,
cuadriculadas en manzanas
diferentes e iguales
como si fueran todas ellas
monótonos recuerdos repetidos
de una sola manzana.
El pastito precario,
desesperadamente esperanzado,
salpicaba las piedras de la calle
y divisé en la hondura
los naipes de colores del poniente
y sentí Buenos Aires.
Esta ciudad que yo creí mi pasado
es mi porvenir, mi presente;
los años que he vivido en Europa son ilusorios,
yo estaba siempre (y estaré) en Buenos Aires


FUNDACIÓN MÍTICA DE BUENOS AIRES

¿Y fue por este río de sueñera y de barro
que las proas vinieron a fundarme la patria?
Irían a los tumbos los barquitos pintados
entre los camalotes de la corriente zaina.

Pensando bien la cosa, supondremos que el río
era azulejo entonces como oriundo del cielo
con su estrellita roja para marcar el sitio
en que ayunó Juan Díaz y los indios comieron.

Lo cierto es que mil hombres y otros mil arribaron
por un mar que tenía cinco lunas de anchura
y aún estaba poblado de sirenas y endriagos
y de piedras imanes que enloquecen la brújula.

Prendieron unos ranchos trémulos en la costa,
durmieron extrañados. Dicen que en el Riachuelo,
pero son embelecos fraguados en la Boca.
fue una manzana entera y en mi barrio: en Palermo.

Una manzana entera pero en mitá del campo
expuesta a las auroras y lluvias y suestadas.
La manzana pareja que persiste en mi barrio:
Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga.

Un almacén rosado como revés del naipe
brilló y en la trastienda conversaron un truco:
el almacén rosado floreció en un compadre,
ya patrón de la esquina, ya resentido y duro.

Y el primer organito salvaba el horizonte
con su achacoso porte, su habanera y su gringo.
El corralón seguro ya opinaba Yrigoyen,
algún piano mandaba tangos de Saborido.

Una cigarrería sahumó como una rosa
el desierto. La tarde se había ahondado en ayeres,
los hombres compartieron un pasado ilusorio.
Sólo faltó una cosa: la vereda de enfrente.

A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires:
la juzgo tan eterna como el agua y el aire.


BUENOS AIRES

Y la ciudad, ahora, es como un plano
de mis humillaciones y fracasos;
desde esa puerta he visto los ocasos
y ante ese mármol he aguardado en vano.
Aquí el incierto ayer y el hoy distinto
me han deparado los comunes casos
de toda suerte humana; aquí mis pasos
urden su incalculable laberinto.
Aquí la tarde cenicienta espera
el fruto que le debe a la mañana;
aquí mi sombra en la no menos vana
sombra final se perderá, ligera.
No nos une el amor sino el espanto;
Será por eso que la quiero tanto.

Jorge Luis Borges

miércoles, 9 de julio de 2008

Santo Domingo (esp)



Santo Domingo me remite siempre, más allá de sus calles, sus monumentos, sus paisajes y su gente, a la escritora Julia Alvárez. Ella tenía diez años cuando sus padres debieron exilarse a los Estados Unidos de Norteámerica, procedentes de República Dominicana, poco antes de que el General Trujillo fuera asesinado. Su novela En el tiempo de las mariposas, se basa en un hecho real ocurrido en su país.
El 25 de noviembre de 1960 se encontraron los cuerpos de tres hermanas, al pie de un acantilado, en la costa. El diario oficial de la época, El Caribe, da cuenta de que ha ocurrido un accidente. No se menciona en ningún momento que las mujeres eran oponentes al régimen dictatorial del General Trujillo y que una cuarta hermana sigue con vida. Pero esto no resulta necesario porque todo el pueblo conoce a “las mariposas”.
Después de varias décadas de este episodio, Julia Alvárez nos sumerge con su escritura en esos peligrosos años de la historia del Caribe Hispánico y recrea, en la ficción, las vidas de las hermanas Mirabal.
Minerva, Patria, María Teresa y Dedé relatan sus historias desde su propia perspectiva, alimentadas con detalles de la vida cotidiana y doméstica, acontecimientos históricos y políticos, sentimientos, dolores y afectos. Dedé, la hermana sobreviviente, cuenta de qué forma Minerva desencadenó la tragedia de la familia al rechazar en público los avances de Trujillo, cómo Patria se unió al movimiento opositor desde la misma iglesia católica, cómo María Teresa llegó a la revolución por seguir a un amor, cómo ella misma se mantuvo alejada de la oposición clandestina y crió a los hijos de sus hermanas ausentes.

Es el deporte, en nuestro caso, el que nos hace recorrer ciudades. Ciudades que nos hacen conocer la historia. Historia que nos remite a sus personajes. Personajes que, esta vez, nos encaminan hacia la literatura:

... Recorre la casa rápidamente con la mujer. El dormitorio de mamá, el mío y de Patria, pero más tiempo mío, pues Patria se casó tan joven, el de Minerva y María Teresa. No dice que el otro dormitorio era el de su padre después de que él y su madre dejaran de dormir juntos. Allí están las fotografías de las tres muchachas, antiguas fotos favoritas que ahora resplandecían en los carteles cada noviembre, haciendo que esas instantáneas, antes íntimas, parecieran demasiado famosas para ser las hermanas que conoció.
(...)
Era el centenario de nuestra patria. Desde el día de la independencia, el 27 de febrero, había habido celebraciones y representaciones. Patria celebró su vigésimo cumpleaños ese día y dimos una gran fiesta en Ojo de Agua. Esa fue la manera en que nuestra familia organizó un acto patriótico para demostrar su apoyo a Trujillo. Simulamos que la fiesta era en su honor (...) No sólo mi familia hacía una gran demostración de lealtad sino todo el país. Ese otoño, de vuelta en el colegio, recibimos nuevos libros de historia con un retrato de ya saben quien grabado en relieve en la tapa, de modo que hasta un ciego se daba cuenta a quien se referían esas mentiras. Nuestra historia seguía el argumento de la Biblia. Los dominicanos habíamos aguardado durante siglos el advenimiento de Nuestro Señor Trujillo. Era un asco.
(...)
Hubo gritos y luego, cinco hombres camuflados vinieron corriendo a través del campo. Detrás de ellos avanzaban los campesinos que habíamos visto al llegar, seguidos de una docena de guardias armados con machetes y ametralladoras. Los hombres perseguidos se agazapaban y corrían en zig-zag mientras se dirigían a la protección del convento. Llegaron hasta la plataforma de madera a la entrada. Alcancé a ver claramente las caras ensangrentadas y frenéticas.
(...)
Por lo general, de noche, las oigo cuando me voy quedando dormida. A veces estoy en el borde mismo de la inconciencia, esperando como si su llegada fuera la señal para poder dormirme (...) Algunas noches, cuando estoy preocupada por algo, me quedo hasta después que llegan, y oigo algo más. El espectral, espeluznante crujido de botas de montar, una fusta que acaricia el cuero, un paso perentorio que me despierta de un sacudón y hace que encienda las luces de toda la casa. La única manera de ahuyentar la cosa mala.

Extractos de En el tiempo de las mariposas de Julia Alvárez. Editorial Atlántida. Buenos Aires, 1995.